miércoles, 22 de agosto de 2007

Despertar

Despierto y veo ante mí un tenue reflejo en mi subconsciente del vago recuerdo de mis sueños livianos y entonces:

Cierro los ojos y veo tu esbelta figura de mujer por la que mi ser pierde el sentido, el ángel terrenal que alumbra mi vida con sus dos radiantes luceros, la descocada ninfa que estimula todo mi cuerpo y dilata mis venas con cada uno de sus roces, la amante incansable con sus besos candorosos y volcánicos, la niña morena con los cabellos azabaches que acarician mi torso, la seductora amiga que su hombro cobija con angustia y soberbia cada una de mis lánguidas lágrimas.

Cierro los ojos y sueño con tus manos de artesana impía recorriendo mi cuerpo, tallando en él los sentimientos que me dan la vida, con la maestría del anciano ceramista, torneando con delicadeza cada una de sus risueñas curvas, con destreza y sabiduría, con ese ardor que tan sólo ellas saben provocar en mi espíritu risueño, los moldea firmes, robustos y vigorosos, con la altanera pasión que mi ser necesita para que seguir respirando, para seguir exhalando, por el sinfín de tu presencia.

Cierro los ojos y recuerdo el sensual balanceo de tu primoroso cuerpo, el incesante vaivén de tus excelsas caderas, el bascular refrenado de tus turgentes pechos, sin descanso, moviendo ante mi los augurios de mis sueños, de todos mis deseos, de mi mayor fantasía, y con la magia que tu sexo desprende, riegas de ignorancia cada uno de mis sentidos y extraviando sus percepciones das a la vista el tacto de la esperanza, al oído el sabor de la inocencia, al gusto el color de tu presencia, al olfato el sonido de tus gemidos y al tacto la fragancia de tu alma.

Cierro los ojos y noto como mi vida se llena de los placeres etéreos que tu mirada en mi provoca, de la aflicción de mis manos a intentar tocar tus pupilas, con el deseo del enamorado, por comer tus pestañas, por rozar el mecimiento de tus combados párpados, y con cada pestañeo se escapa la sin razón de la esperaza que mi ser tiene por arrancarlos de tu cara y llevarlos con mi alma.

Cierro los ojos, los cierro, pues te veo por doquier, cierro los ojos y lloro por tener que abrirlos otra vez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pero q cosas me dices....

xDDDDDDDDDd

Alberto dijo...

No hay mayor causa para llorar que no poder llorar...
Un saludo Lizgor.