La añoranza que siento por la lejanía de nuestra historia, es como el bravo despertar de una colmena de sueños que, incesantes, rebosan por mi imaginación con tu cuerpo de protagonista congénito, epicentro de todos los mórbidos pensamientos, y todo el lascivo raciocinio que mi mente de delirante enamorado tiene en esos instantes puntuales en los que la más mínima chispa de recuerdo reabre en mi la nostalgia de tu magnánima compañía, la serenidad de tu delicada comprensión, la mayor de todas mis pasiones sexuales, jamás soñada y, contigo, alcanzada al fin.
Ese incesante bienestar que me regalabas es como bomba de oxigeno para mi vida, plagada de sueños rotos, de deseos recónditos de mi olvidada adolescencia, es como un soberbio impulso de coraje y fantasía que aviva con estimulo el circular de mis venas y exhorta, incansablemente, mi cuerpo hacia un aturdido estado en el que un vigor extraordinario y carnal, me hace pensar únicamente en tu sexo, en el cobijo carnal de tu tibio centro, en el calor sensual de tu sugestivo pecho, en el sedoso aroma de tu espeso cabello, en el refulgente sabor de tus lúbricos besos, en el insoportable placer de tus fascinantes caricias, en el inimaginable sonido celestial de tus jadeos, en la oportunidad diaria de degustar el sabor de tu afrutada saliva … cuanta paz sosegante siento en esos momentos de divagación pasional, ¿qué sería de mi sin ellos, sin la dilatación de mi coraza perpetua gracias a tu persona?
Es tanta la fulgente pasión que siento en tu lecho, que la más mínima divagación o sospecha de ausencia me atormenta de una forma demoníaca, como si la llama indulgente de un fuego abrasador arrancase con destellos de ignición cualquier resquicio de vida en mi cuerpo, arrastrándome perpetuamente a la más miserables de la existencias que me quede por sufrir, aquella en la que sólo la desdicha y el infortunio sería un lapso de tiempo eterno, por el simple hecho de no poder sentir las célicas punzadas de tu magnánima mirada, el inverosímil cenit de placer de nuestros clímax, la efusión de cualquiera de tus gemidos, el frenesí de todos tus libidinosos movimientos, el ímpetu de mis irrupciones en tu núcleo genital, la emoción de cada uno de tus inusitados orgasmos.
Y sin saber la verdad de las cosas, ni desear el discernir absoluto, mi vetusta conciencia me asegura que soy tuyo de por vida y también de por muerte, lo sé como nada y todo en esta vida, sin vacilación, sin dilema, sin dubitación y sin ninguna indecisión … y si cabe con toda seguridad, especulo con la posibilidad que nuestra historia de amor será eterna en mi mente, incluso más allá de mi agonía mortal, y la pasión y el gozar que siento será envidiada por nosotros en el resto de nuestras soñadas reencarnaciones.
Ese incesante bienestar que me regalabas es como bomba de oxigeno para mi vida, plagada de sueños rotos, de deseos recónditos de mi olvidada adolescencia, es como un soberbio impulso de coraje y fantasía que aviva con estimulo el circular de mis venas y exhorta, incansablemente, mi cuerpo hacia un aturdido estado en el que un vigor extraordinario y carnal, me hace pensar únicamente en tu sexo, en el cobijo carnal de tu tibio centro, en el calor sensual de tu sugestivo pecho, en el sedoso aroma de tu espeso cabello, en el refulgente sabor de tus lúbricos besos, en el insoportable placer de tus fascinantes caricias, en el inimaginable sonido celestial de tus jadeos, en la oportunidad diaria de degustar el sabor de tu afrutada saliva … cuanta paz sosegante siento en esos momentos de divagación pasional, ¿qué sería de mi sin ellos, sin la dilatación de mi coraza perpetua gracias a tu persona?
Es tanta la fulgente pasión que siento en tu lecho, que la más mínima divagación o sospecha de ausencia me atormenta de una forma demoníaca, como si la llama indulgente de un fuego abrasador arrancase con destellos de ignición cualquier resquicio de vida en mi cuerpo, arrastrándome perpetuamente a la más miserables de la existencias que me quede por sufrir, aquella en la que sólo la desdicha y el infortunio sería un lapso de tiempo eterno, por el simple hecho de no poder sentir las célicas punzadas de tu magnánima mirada, el inverosímil cenit de placer de nuestros clímax, la efusión de cualquiera de tus gemidos, el frenesí de todos tus libidinosos movimientos, el ímpetu de mis irrupciones en tu núcleo genital, la emoción de cada uno de tus inusitados orgasmos.
Y sin saber la verdad de las cosas, ni desear el discernir absoluto, mi vetusta conciencia me asegura que soy tuyo de por vida y también de por muerte, lo sé como nada y todo en esta vida, sin vacilación, sin dilema, sin dubitación y sin ninguna indecisión … y si cabe con toda seguridad, especulo con la posibilidad que nuestra historia de amor será eterna en mi mente, incluso más allá de mi agonía mortal, y la pasión y el gozar que siento será envidiada por nosotros en el resto de nuestras soñadas reencarnaciones.
2 comentarios:
De casualidad he entrado a mirar, y veo que has actualizado, como siempre muy bonito, deberías de hacer algo ya y no quedarte sólo en palabras, consejo de amiga que no está para dar consejos ;-), muakssssssssssss
en anonimo soy yo, jo
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