Alma vacía de sentimientos, exhausta del rencor a la vida, impropia de cualquier humano, escuálida y deformada por el desuso de tu ausencia, así me encuentro yo en los espacios de tiempo en que mi ser y el tuyo se separan irremediablemente por la intransigencia de lo cotidiano.
En mi mente, susurros y ecos estrepitosos llenos de nostalgia de tu voz, dejando en mi carcomido cerebro, como bombas abrasadoras que destruyen la poca paciencia que pueda quedarme, y se me hacen eternos los segundos de expatriación que nos regalamos, una verdadera eternidad hasta que vuelvo a encontrar tus manos en mi doblado cuerpo, austeras y cariñosas, que por rutina tienen descubrir sensaciones nuevas con cada pasar y cada caricia.
Sólo me queda esperar en la demora de la ausencia la dicha de tu encuentro, y que mis lágrimas me ayuden a licuar esta inquietud, que provocada por el destierro de tu alma, provoca en mi el malestar inclemente y atroz de mil dagas asesinas que destruyen cualquier resquicio terrenal de sensación de vida, dejándome en un estado de resignación innata del que no puedo salir hasta que tu sensual voz de ninfa me rescata.